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jueves, 21 de octubre de 2010


Mi Religión
(Autor desconocido)

Entré a la iglesia: espiral de humo
que despedía el oloroso incienso,
la mística expresión de las imágenes,
del sacerdote el reposado acento;
los imponentes cánticos sagrados
y de los fieles el ferviente rezo,
lograron despertar mi alma dormida
y conmover mi espíritu un momento.

Luego observé la cúpula gigante,
las naves majestuosas en el centro,
las altas columnatas, las volutas,
archivolutas, calados, arabescos;
los cincelados cálices de oro,
los altares de mármol y azulejos...
y ante aquel deslumbrante panorama,
dejé, callado y pensativo el templo.

Salí a la calle, multitud de seres
de miserable y repugnante aspecto,
la piedad de los fieles imploraban
con frases y quejidos lastimeros.
Al ver sus vestiduras haraposas,
ojos vitreos y rostros macilentos,
sentí frío en el alma y negras dudas
surgieron al instante en mi cerebro.
¡Cómo!, pensé, tanta miseria en torno
y tanto lujo, tal riqueza adentro...
¿Esta es la religión de Jesucristo,
aquel divino y sin igual maestro?

Abrí la historia, en sus brillantes páginas
quise a mis dudas encontrar remedio,
mi razón ilustrar, buscar ansioso
la religión, el culto verdadero.
Más, ¡ah! que al ver las numerosas guerras
producto de fanáticos empeños;
la expulsión de los Moros y Judíos,
la horrible abjuración de Galileo,
el suplicio de Bruno y las matanzas,
la vista con horror quité del libro
y ya no pude seguir leyendo.
¡No! no es así como hasta Dios se llega,
¡No! no es así como se gana el cielo.

¿Cómo se adora a Dios?, me preguntaba,
y hallaba la respuesta en el silencio.
Estudié, medité, pero una noche
al pórtico llegue de un nuevo templo,
erigido a la Gloria del Grandioso

Oriente de la Resp., Logia "Montecristi".

Artífice Creador del Universo.

Dos hermosas columnas se elevaban
por encima del mosaico pavimento,
y sobre las paredes encendidas
como rico dosel se alzaba el cielo
la luna hacia la izquierda iba surgiendo,
y entre las nubes de nácar se entreveía
de mil estrellas el fulgor misterio.
Tres estatuas de pie simbolizaban
la fuerza, la belleza y el talento
y en medio del salón, se alzaba humilde
un reducido Altar de pobre aspecto;
sobre el Altar un libro y sobre el libro
un Compás y una Escuadra sobrepuestos.

En nutridas hileras apilados
a un lado y otro multitud de obreros,
que hermanos se llamaban en el nombre
del supremo hacedor del universo.
Y lo que más impresionó mi alma
fue ver al blanco, al mongol y al negro
juntos allí sin distinción alguna,
sin más blasón que el de sus propios méritos.
¿A quién se adora aquí?, pregunté ansioso,
y una voz respondióme de allá dentro,
“Aquí se adora la virtud, El vicio
proscrito está de nuestro augusto templo”.

“Aquí se enseña al ignorante humilde
y al ambicioso se le humilla presto”.
“Aquí a los pobres se socorre al punto,
aquí a los tristes se les da consuelo
y espadas mil a defender se aprestan,
la Razón, la Justicia, el Derecho”.
“La religión aquí no es fuerte valla,
la política aquí no es duro freno.
Vamos a Dios con la Razón augusta
y hacia la Libertad con el ejemplo”.
Calló la voz. Un resplandor sublime
las sombras disipó de mi cerebro,
y dí Gracias a Dios, que al fin hallaba
La Religión: El Culto Verdadero.