Por Hno:. Jesús Marcos García
En las distintas épocas en la vida de un pueblo, siempre han existido personajes, que de una forma u otra, han disfrutado de los lauros de la popularidad entre la población. Viajando esta distinción de reconocimiento popular por años a través del tiempo. La popularidad se viste de muchas formas y se llega a ella por diferentes caminos. Hay quienes se hacen populares en actuaciones y posiciones nada beneficiosas y agradables para la sociedad. Para gozar de popularidad, además del gracejo personal, el individuo ha de manifestarse y proyectarse en funciones dentro de la comunidad que sean del dominio de una inmensa mayoría de pobladores.
Los deportistas, músicos, políticos y artistas al desarrollar sus funciones en presencia de grandes cantidades de público y ser sus nombres mencionados, en algunos casos, en los medios de información masiva, adquieren popularidad.
También en las poblaciones pequeñas disfrutan de popularidad local, aquellos que sus funciones están dirigidas o vinculadas directamente a una considerable parte de los moradores del pueblo. Tal es el caso de los comerciantes, personal de salud, educadores, sacerdotes y pastores religiosos, funcionarios públicos, trabajadores de servicios, policías, militares, etc. Además, también forman parte del elenco de los populares los protagonistas de un acto de heroísmo y los personajes pintorescos, a veces llamados por más de un escritor “personajes populares”.
El VH:. Luis Raimundo Fúster Crespo durante muchos años atrajo hacia su persona esta distinción de su pueblo, la que era acompañada de sinceras muestras de agradecimiento y reconocimiento a su humana función de enfermero.
Miembro de una familia de origen hispano-cubana, su padre era español. Nació en Los Palacios, al igual que el resto de sus nueve hermanos, todos varones: los Fúster-Crespo.
Desde temprana edad se inclinó, al igual que su hermano Augusto, por adquirir conocimientos en el trabajo de farmacia y su giro. En la ciudad de Pinar del Rio se empleó en una de las farmacias más importantes de la capital vueltabajera, la del VH:. Antonio Legorburu, y en ese establecimiento tuvo sus primeros contactos con el mundo de los fármacos, la jiringuilla hipodérmica, la cura de heridas, el suministro de sueros en venas y otras funciones más propias de ese campo.
Formado en su profesión y adquirida la experiencia necesitada, regresó a su pueblo de origen a ejercer sus conocimientos. En Los Palacios le sirvió de enfermero ayudante a varios médicos, pero dentro de ellos cabe destacar a los hermanos Pedro Morales Escobar y Lucilo Díaz Fernández.
Aún se encuentra en la imaginación de muchos palaceños, que muy a menudo hacen mención de su nombre y sus servicios prestados. Se le recuerda tal como era, bastante bajo en estatura, sus gafas ahumadas, su sombrero de estilo Carlos Gardel, su bata blanca, limpia y pulcra como el resto de la vestimenta y siempre exhalando un exquisito perfume.
Al encontrarte con él, en cualquier lugar del pueblo y en cualquier momento del día o la noche, de sus labios brotaban como preludio a un saludo un pequeño silbido y después un armonioso “barbaroo...”
Su pueblo lo quería, lo agradecía y lo consideraba. No había en el pueblo una boda, un cumpleaños o cualquier otro convite, que no se encontrase presente entre los comensales invitados. Muy a menudo se le veía en compañía de Pepe Mayea, su amigo y hermano masón. Cuando iba a bordo del auto de Pepe se sentaba en el asiento delantero y cerca de la ventanilla. Tenía predilección por ese puesto y en los viajes de la logia, también ocupaba ese lugar. Sus hermanos cariñosamente le decían “el buque insignia”.
Recibe la Luz Masónica en “Montecristi” el día 2 del mes de Julio del año 1947. La Cámara de Compañero Masón lo admite en su seno el día 27 de Agosto del año 1947 y con fecha Noviembre 12 del año 1947 los Maestros Masones lo reciben en la Cámara del Medio y le otorgan el Sublime Grado de Maestro Masón.
En logia nunca quiso ocupar cargos. Era un masón trabajador de columnas. En el año 1975 recibió el Premio a la Constancia por 25 años y el día 13 de Febrero del año 1985 su Madre Logia lo nombra Maestro Masón de Honor, título que recibe en reciprocidad a su asistencia y eficaz ejecutoria masónica realizada.
Es considerado uno de los masones con mejor asistencia en la vida de “Montecristi”. Al crearse la Orden Manifiesto de “Montecristi”, para premiar a los hermanos que se distingan en la asistencia, se acordó que se le entregara de oficio la Orden de Primer Grado, como testimonio a los más de diez años con el cien por ciento de asistencia a los trabajos logiales.
Era de los primeros en llegar a las sesiones de la logia y asiduo a sentarse en el mismo asiento, una butaca comprendida en la columna norte en la mediación de la cámara. Si algún hermano se sentaba allí, se lo exigía. Después, al ser nombrado Maestro Masón de Honor y recibir la Orden, se sentaba en Oriente y en el asiento contiguo al Orador.
El día 30 del mes de Diciembre del año 1986 es intervenido en el Hospital de San Cristóbal de una enorme hernia que desde años padecía. A partir de ese momento comenzó a sentirse mal de salud y en el mes de Septiembre del año 1987, por mediación del hermano Juan Antonio Véliz, es ingresado en el Hospital “Clínico Quirúrgico” de La Habana. En ese centro hospitalario se portaba majadero y quisquilloso, negándose a comer la comida del hospital. La Logia “Montecristi” contrató los servicios de un joven habanero que se dedicaba a cuidar enfermos y le pagaba por la atención del VH:. Luis. De Los Palacios, salía diariamente para La Habana el VH:. Pepe Mayea a llevarle el almuerzo y otros alimentos.
Al conocerse que su mal renal no tenía solución, ser viudo, no tener hijos y negarse a ser ingresado en el Asilo Masónico, se trajo para Los Palacios. Los hermanos masones limpiaron, pintaron y acondicionaron su vivienda. Los miembros de la logia se impusieron una cuota mensual, como mínimo de $5.00, para sufragar los gastos del pago a los profanos Cundungo Solano y María León Díaz, quienes fueron contratados por la logia para su atención.
El profano “Cundungo” lo acompañaba, estaba al tanto de la limpieza del hogar, del lavado de ropa personal y de cama, lo asistía en el baño y le suministraba los alimentos y medicamentos. La Señora María tenía a su cargo la elaboración de los alimentos requeridos y su hogar se convirtió en centro de acopio para que los hermanos llevaran los distintos comestibles. Hubo hermanos que fueron a las lomas en busca de la solicitada malanga para su puré y otro se asignó la tarea de llevarle dos litros de leche fresca diariamente. Nunca se contó con escaséz de alimentos y noche por noche una nutrida comisión de hermanos estaba en su hogar hasta avanzada la noche.
Su corazón dejó de latir para siempre en la mañana del día 30 del mes de Octubre del año 1987, a la edad de 80 años. Su cadáver fue trasladado para la Logia “Montecristi” y allí, junto a su pueblo, fue velado y se le hicieron los ceremoniales fúnebres. Su velorio y entierro fue un desprendimiento de reconocimiento popular que vertió su querido pueblo para un hijo amado, que tantos beneficios le prodigó al mismo.
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